viernes, 24 de octubre de 2008

Etnógrafo y periodista: más bien primos que vecinos lejanos

Luego de leer el texto de Geertz y sus consideraciones acerca del papel del etnógrafo, no como un mero relator ajeno y objetivo de sus vivencias en territorios exóticos o desconocidos, sino como protagonista de las mismas; la primera figura que se me presenta es la del cronista. Ambos intentan transmitir eso nuevo con lo que han tenido contacto, a través de recursos que no lo son. El suyo no se trata de un relato ficcional, donde basta que la imaginación sea la que se ensucie las manos. Su herramienta de trabajo es el cuerpo, en el momento y el lugar indicados para poder demostrar fehacientemente que han estado allí.

Si bien los fines de uno y otro son distintos, parten de puntos en común: las ansias de conocer lo desconocido, de acercarse a lo remoto y de experimentar sensaciones nuevas.

Gracias a su naturaleza de permanente búsqueda, el hombre ha podido llegar a lugares (no sólo físicos) impensados. Ha traspasado los límites de lo tangible y lo imaginario, de lo imposible y de lo inmediato.

Etnógrafo y periodista (o cronista) se emparientan en su sed de conocer nuevos rumbos y de encontrar en el otro lo que nos hace a todos los hombres distintos e iguales a la vez. El conocimiento de ese otro es su motor de búsqueda, y a la vez su límite ético y moral. De la sociedad surgen sus preguntas y en ella encuentran sus respuestas.

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